domingo, 13 de julio de 2008

Cómo romper el cordón umbilical a dentelladas

Estoy en el paro. Desde el pasado lunes, día en que una solícita y no por ello agradable funcionaria del Inem estampó su sello de caucho en mi solicitud, este hombre que escribe engrosa el porcentaje de desempleados de la Comunidad de Madrid y, por extensión, de este nuestro país. No es una situación del todo incómoda porque me presenté voluntario para que me dieran el puyazo de gracia, pero a pesar de todo uno no está preparado para la inactividad repentina que me ha caído encima, como una losa de varias toneladas de peso.

Al margen de mis crisis paranoicas sobre mi actual situación, en mi visita a la oficina del Inem fui testigo de algo que se me ocurrió llamar Síndrome del Cordón Umbilical de Tipo Laboral Post Contractual. Fueron tres o cuatro horas de espera desesperante, así que me dio tiempo a pensar en ello, hasta el punto de creer que podría escribir una tesis doctoral sobre el tema, algo que deseché al llegar a casa y comprobar que mi bañador floreado se aburría en el tendedero.

El SCUPLPC (Síndrome del Cordón Umbilical de Tipo Laboral Post Contractual) se puede definir como la dependencia más o menos acusada del trabajador con respecto a la entidad que lo emplea una vez vencido el contrato que los unía. Para entendernos, que me di cuenta de que todos, o una gran parte de los que, como yo, esperaban su turno para presentar la solicitud de la prestación por desempleo, aún estaban ligados a sus ex-empresas por un invisible cordón umbilical. Y que esperar tres o cuatro horas para conseguir un papel sellado es un juego de niños si lo comparamos con el trabajo que representa romper ese cordón umbilical.

Para muestra, un botón. Un grupo de señoras habían acudido juntas a arreglar los papeles. Se increpaban unas a las otras, incluso se insultaban por cómo actuaron mientras trabajaban en la misma empresa de limpieza. Evidentemente, estas cuatro mujeres nunca fueron más que compañeras de labor. Pero ese cordón umbilical las forzó a ir el mismo día a la misma hora a la cola del paro.

Otro ejemplo: un joven de unos veinte años, habla por teléfono con su chica, le dice que está en la cola del paro, que ahora irá a casa de sus padres porque no tiene nada que hacer. Me sonrío porque lleva puesto el mono del taller mecánico en el que trabajó hasta hace unos días. Quizás no tiene otra ropa que ponerse, o es que no puede evitar la melancolía de echar a lavar el mono de trabajo, que necesita una dosis extra de detergente. Es obra del cordón umbilical.

Otro más: un hombre trajeado, que quizás va a hacer una entrevista después de pasar por el parque temático del desempleo, habla con una señora mayor que le precede en la cola. Dice que ha estado en Siemens cuatro años. Me fijo muy mucho en su traje, que es bueno y parece tremendamente fresquito: es de marca, seguro, y le habrá costado una fortuna, pero es que en Siemens debe ganarse cosa fina. Me fijo otro poco y descubro que la carpeta en la que lleva sus papeles se adorna con un gran logotipo de una marca. ¿Adivinan cuál? Siemens. Otra vez el cordón umbilical.

Yo me sentí superior a todos ellos. Al salir por la puerta de mi ex-oficina, decidí deshacerme de todas las cosas (al menos las materiales) que me recordaran a mi empresa. No es por rencor ni por odio hacia nadie, es más bien una actitud de supervivencia: pensé que sería más fácil empezar una nueva vida si mordía con fuerza el cordón umbilical que me ató a ella y conseguía romperlo en un tiempo récord. Y creía haberlo logrado.

Sin embargo, el tratamiento del SCUPLPC no es tan fácil como parece a simple vista. Volví a casa, con mis papeles sellados y una sonrisa de satisfacción, más por creerme superior a los demás desempleados de la cola que por haber sobrevivido a una mañana de infierno burocrático. Revisé la documentación y me pregunté cuántas pesetas serían los euros que me corresponden por la prestación. Soy malo calculando, así que abrí el cajón del escritorio, saqué una eurocalculadora de la época del cambio, y allí estaba, como una señal inequívoca de que soy un enfermo del SCUPLPC tan grave como todos los demás, si no más porque a mí se me puede añadir la estupidez de creerme a salvo.

Como una puñalada a mi orgullo, como un navajazo a mi autoestima, allí estaba, la eurocalculadora que regaló mi empresa a todos los trabajadores en una Navidad de hace varios años. Con el logotipo y su nombre reluciente en blanco, sin mácula, sin otro pecado que recordarme que las cuatro dentelladas que di a mi cordón umbilical no fueron suficientes.

Las uvas de la ira: excusa para dar las gracias
Siempre he dicho que mis lecturas me construyen. Pero no sé hasta qué punto mis lecturas me eligen a mí o yo las elijo a ellas. Hace cosa de un mes terminé de leer Las uvas de la ira, de John Steinbeck, una de esas novelas que tenía en mi lista, pero que nunca encontraba el momento de comenzarlas. La seleccioné hace tanto tiempo que ni siquiera recordaba el argumento, y empecé a leerla sin saber de qué iba.

Bueno, pues va de una familia a la que despojan de sus tierras y que deben vagar por el sur de los Estados Unidos para encontrar trabajo. Es la historia de una generación que se vio empobrecida por el asedio de los propietarios, algo que sucedió en la zona de Oklahoma y Texas en el periodo de entreguerras. El valor de los miembros de esta familia ante la situación que les acosa es tal que uno se da cuenta de que todos sus problemas son nimios en comparación.

Al final de la novela, y sin destripar nada del argumento, se llega a la conclusión de que uno puede carecer de todo, que el hombre está capacitado para vivir con carencias que en otros momentos parecen vitales, pero que siempre le quedará el prójimo. Que por encima de todo, la gente que te rodea es suficiente alimento para salir adelante. Es cierto que uno necesita comer, dormir, etcétera; pero si uno está solo, aguanta menos el hambre y el sueño que si se está acompañado. Y eso es algo tan hermoso que merece tenerse en cuenta.

Por eso, porque me lo enseñó Steinbeck y porque lo estoy viendo estos últimos días, muchas gracias a todos los que, con su compañía inestimable, me hacen olvidar todas las carencias que tengo. Muchas gracias a todos los que, con sus palabras, con sus caricias, con sus abrazos y dedicación, me hacen olvidar que tengo hambre y sueño.

25 comentarios:

Anónimo dijo...

Debe de ser una situación de impotencia el querer o poder trabajar y que te lo denieguen después de tanto tiempo pasado en una empresa, pero supongo que el ser humano es muy sabio para saber afrontar esa situación, es como apender a montar en bicicleta, al principio estás perdido y no haces nada más que caerte de ella, pero al final la satisfacción de saber montar le llena a uno de orgullo personal. Creo que en este caso pasará algo así, los primeros momentos deben de ser muy duros, pero luego el tiempo se encarga de poner todo en su sitio, y si además tienes el apoyo de la gente que te rodea, pues ayuda mucho más, gente que te quiere ver bien, te da ánimos y aliento para esta nueva andadura que involuntariamente uno emprende.
Como se suele decir: de bien nacidos es ser bien agradecidos, y en este tu caso, Bit, demuestras con esta nueva entrada de tu blog.
Mucho ánimo para este nuevo camino que estás empezando a andar.
Besos!

coxis dijo...

el desempleo es algo que me ha tocado vivir en mi propio cuerpo y en el de los que están a mi lado, por eso no debes sentirte mal por lo del cordón umbilical, es una parte de tu vida y es difícil no mencionarla o evocarla... Ahora a invertir el tiempo en algo que sea provechoso, y a sentirte querido entre los tuyos.
...Desde aquí mi humilde y pequeñito empujoncito emocional, si me permites.

Peritoni dijo...

Yo también he estado en esa cola en alguna ocasión. Y con las empresas pasa un poco como con las relaciones amorosas. No creo que sea un cordón umbilical, en el amor es un trocito de corazón lo que te dejan tocado y queda para siempre ahí. En las empresas es algo parecido, aunque pasen años siempre te queda algo de ese tiempo que pasaste con ellas.
Ahora a relajarse, disfrutar de los amigos y el verano y ponerse las pilas para la próxima temporada.
Ánimo y un abrazo.

Fernando J. López dijo...

Mucho ánimo y, sobre todo, mucha empatía desde mi lado de la blogoesfera. El mundo laboral es injusto, deshonesto y traidor, pero hasta en una ciénaga así, el talento -y a ti te sobra- acaba abriéndose paso. Simplemente, paciencia y cuidado con las alimañas. Son muchas más de las que parecen.
Me sumo al empujocinto de coxis y te mando otro igual

Anónimo dijo...

Hola,

He descubierto tu blog y me gusta mucho cómo hablas de libros y eso de que no sabes si tu las lecturas te escogen a tí o viceversa.
Si te apetece, te invito a un trocito de tarta en mi blog, que también habla de libros pero bueno, a mi manera :)
suerte en la búsqueda.
un saludo

Alvaro dijo...

Yo estuve en esa situación hace unos meses, también de forma voluntaria y premeditada, y si, tienes razón.

Me sigue pasando incluso, que voy a desayunar a veces al bar de mi trabajo donde lo haciamos todos los dias, un poco por morriña y otro porque me queda cerca de casa, jajaja.

Pero vamos, se termina pasando.

Las uvas de la ira es un gran libro, creo. Y digo creo porque me lo lei con 12 o 13 años, no recuerdo bien, entré un día a la terraza de mis padres, una terraza plagada de estanterias de obra llenas de libros, y cogi un libro al azar, sin ningún criterio.

Qué tiempos...

Capri c'est fini dijo...

Hummmm haces muy bien por no querer caer en las garras del síndrome (real como la vida misma). Qué te coloques bien, como dice mi abuela (siempre pienso que la pobre no conoce el doble significado de colocarse, jejeje). Un saludo.

Anónimo dijo...

Aprovecha para hacer todo aquello que nunca pudiste y despréndete de horarios, ahora te puedes tomar el lujo de quitarte el reloj y dejar que te guíe tu interior o tu entorno, lo que sea. Mis meses de paro consistieron en intentar no perder comba y en angustiarme. Ahora sé que lo que hice estuvo mal porque ese tiempo lo podía haber vivido con más calidad, pero me torturaba la culpabilidad. No podía ver la tele por la mañana y guardaba los horarios de sueño como si tuviese que madrugar.... un infierno.
Un gustazo, tu blog.

Anónimo dijo...

¡Hola!

Muchas gracias por visitarme. Me hace mucha ilusión cuando de vez en cuando alguien nuevo se pasa por mi pequeño blog y deja un comentario. Y esa ilusión se transforma en alegría cuando devuelvo la visita y me encuentro con un blog tan interesante como el tuyo. ¡Escribes muy bien!

La mala noticias (bueno, en realidad no es tan mala, en seguida lo verás) es que has entrado en mi blog justo cuando me dispongo a cerrarlo... por vacaciones, que no cunda el pánico. Mañana o pasado haré el anuncio, y luego me pasaré un mes o mes y medio alejado de este medio. Cuando vuelva, no te quepa duda de que te visitaré.

Un abrazo

hm dijo...

Muy buenas Relaity Bit, yo tambié te devuelvo la visita y, visto lo visto, creo que te fercuentaré.

Yo he tenido la fortuna de no haber pasado aún por nada así, pero upongo que lo del cordón umbilical será, como todo, parte de nuestra necesidad de vivir en sociedad (algo en línea con lo del libro), al fin y al cbo, es como si te echasen de la manada en la que estabas; hasta que encuentras otra no puedes evitar que sigues perteneciendo a esa... ánimo que verás como todo es ara bien.

Y claro ue los libros nos eligen, al menos en mi caso, que si tuviese que confiar en mi criterio.

Anónimo dijo...

jeje, no, no soy la cadena de comida, !qué bueno que lo aclares!
Gracias por enlazarme
un abrazo

.. dijo...

¡Buenas! Gracias por tu visita, tela devuelvo encantado y es probable que repita, me gusta mucho tu espacio. Sobre la entrada de hoy, pues más o menos lo que te están diciendo todos, aprovecha el tiempo para hacer otras cosas, no te agobies, y siempre adelante. Me da a mi que eso del SCUPLPC tiene un poco de síndrome de Estocolmo con la empresa de turno :)

Anónimo dijo...

es que no es lo mismo cuando uno deja una relación, que cuando a uno le dejan...
en el primer caso, el cordón ya estaba roto

Tomás Ortiz dijo...

fan number one, sí, esto es como andar en bicicleta. Espero que no se me olvide nunca, como montar en bicicleta!

coxis, el cordón umbilical lo llevo con cierto orgullo, han sido muchos años. Lo que pasa es que uno cree estar de vuelta de todo, y resulta que no. Que uno es humano también.

peritoni, además que en este caso fue una relación amorosa con todos los ingredientes: pasión, deseo, odio, desestabilización... y al final, ruptura, amistosa, pero ruptura al fin y al cabo.

cinephilus, gracias por el empujón, el talento a mí me vale de poco, se me suele ir por la boca...

telericatarta, ya he cogido una porción de tu deliciosa tarta, gracias! Por cierto, cuando a uno le gusta tanto leer suele pasarle que se cree tan importante como para que los libros te elijan como lector.

adidas superstar, bendita biblioteca familiar! Yo no tuve esa suerte, pero construyeron una municipal al lado de casa, eso me cambió la vida. Pero yo no voy ni de coña a desayunar al bar del trabajo, me da yuyu!

Capri c'est fini, tu abuela es más sabia de lo que parece... Ojalá me coloque, en ambos sentidos, porque en ambos sentidos lo necesito.

oliver, parece que has descrito mi estado actual: madrugo como si trabajara, me acuesto al anochecer, vago como alma en pena por la casa... Qué cojones estoy haciendo? Me has abierto los ojos.

gwathadan, no te preocupes, aquí estaremos.

hm, está claro que pertenecer 10 años a la misma manada te hace sentirte huérfano cuando la abandonas. Sí, Las uvas de la ira también habla de eso, de la confusión ante la búsqueda de la nueva manada.

caulfield, aunque te parezca extraño, al principio estuve a punto de referirme a él como el síndrome de Estocolmo laboral, pero al final desistí porque luego me llaman exagerado. Pero es un poco eso, nunca me trataron bien allí, pero eso no significa que no se les eche de menos.

gatchan82, exacto. Tan sabia reflexión me hace pensar que a veces nos empeñamos en creer que algo sigue intacto, cuando en realidad está quebrado.

Otto Más dijo...

Te leo :)
Y qué de amigos! Si están aquí el Peri, Ado, Gwath...
Pues seguiré :D

Libertymad dijo...

Allá por el 92, la última vez que estuve en paro forzoso, tuve tiempo de leer dos obras de teatro de Oscar Wilde (Salomé y una de sus comedias) mientras esperaba que me atendieran. Me temo que muchos early veinteañeros de ahora tengan que pasar por lo mismo.

Nils dijo...

Ir a apuntarse al paro con el mono o el uniforme del trabajo me parece el colmo de los colmos del gregarismo.

Gracias por pasarte por mis blogs. Voy a curiosear un poco el tuyo jejeje

Tomás Ortiz dijo...

don otto más, a todos estos crápulas me los encontré por tu blog, así que cobra valor el dicho ése de "Dios los cría y ellos se juntan"...

libertymad, entonces dichosa cola del paro! Yo me llevé Doctor Zhivago, que tampoco es moco de pavo. Y me dio tiempo a leer todo el periplo del médico en la primera línea de fuego de la guerra civil rusa. Un tostón, vaya.

nils, gracias por tu comentario sobre mi novela. Lo del chico del mono a mí me dio miedo: imaginé que luego se compraría una lata de gasolina y se quemaría a lo bonzo en mitad de la calle. Un mono azul de esos de mecánico empapa muy bien...

Peritoni dijo...

Por cierto, esta mañana en elcorte del centro de Valencia no tenían aún tu libro. Lo sepas...

Otto Más dijo...

Anda, pues honrado me hallo :)
Has entrao a saco, eh? Te leo everywhere :) Tendré que hacerlo ahora en papel ;)

Thiago dijo...

Bueno, Tomás, gracias por devolverme la visita, no lo esperaba, jaja El caso es que supongo que soy otro gay que no sabe escribir, pero me he atrevido con un post sobre tu libro... jajaja

Espero que sea beneficioso, cosa que no estoy seguro, jaaj Pero si ves algo que no está bien o lo encuentras equivocado, dimelo, pq lo he hecho así "de aquella manera" como dice mi abuela, la fantasma, jaja.

Pero, vamos, que estoy encantado de conocerte y, en lo posible, ayudar, al conocimiento de tu libro y de tu blog, desde la envidia, claro, jajaja.

Bezos.

EMNM dijo...

Espero que no dure mucho esa situación, no hay mal que cien años dure.
Lo que no sé es si esa lectura es muy recomendable en esa situación, imagino que depende de si eres optimista o no, pese a eso es un magnífico libro, uno de mis favoritos y que recomiendo a todo el mundo.

Saludos y encantado de descubrirte

Merlín Púrpura dijo...

Rico no es el que más tiene sino el que menos cosas necesita! Recuerdo aquellas veces en que he renunciado voluntariamente a aquellos empleos en que no me sentía a respetado (de lo cual hablo en mi blog y la sensación de libertad que se adquiere. Siempre recuerdo que las puertas de los lugares de trabajo con muy grandes para no olvidar que por ahí saldremos. Pero todo en la vida es ganancia. Se aprende, se cogen fuerzas, se vuelve a empezar. Que cuando nacimos sólo nos sobraban unos centímetros de ombligo y nos lo cortan. Así que, adelante, que el horizonte está al frente.

Tomás Ortiz dijo...

peritoni, espero que lo hayas pedido, en algunos Cortes Ingleses no los distribuyen. La distribuidora es un poco sui generis, y piensan que sólo hay lectores de este tipo de novelas en el centro de Madrid...

don otto más, el honrado soy yo, no te quepa duda.

thiago, me temo que todos somos "otro gay más". No hay diferencia. Bueno, sí la hay, que cada uno tenemos nuestra propia forma de entender el mundo que nos rodea. Pero somos personas todos. Ahora mismo voy a escribirt a tu blog, a ponerte verde, claro.

matritensis, es una obra magnífica, y se entiende el premio Nobel sólo por ella. Pero creo que no es buen momento para leerla. Aún no la he terminado, y no sé si lo haré. Pero lo retomaré algún día.

merlín púrpura, sin duda el horizonte nos queda delante, no detrás. Así es como hay que entenderlo. Lo bueno de los restos del cordón umbilical es que tardan poco en caerse.

Hisae dijo...

"Las uvas de la ira" seguro que estaría en mi lista como uno de los libros favoritos leidos.