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lunes, 15 de diciembre de 2008

Holganza en el Parador de León



Después de una semana de ajetreo infernal, mi amor complementario y yo hicimos un viaje relámpago (y no lo digo por los rayos y truenos que nos cayeron por el camino) a León, más para descansar que para otra cosa, porque hemos visitado la ciudad antes en un par de ocasiones. Nos alojamos en el Hostal San Marcos (monasterio-hospital del siglo XVI), de la red Paradores, y lo hicimos por nuestra cara bonita porque llevábamos acumulados un saco de puntos por nuestras estancias anteriores en otros establecimientos de la red.

Yo estuve hace unos diez años, y no recordaba la magnificencia de sus salones, la comodidad y calidez de sus habitaciones, el lujo de los objetos que sirven de decoración y, sobre todo, la suntuosidad de un edificio monumental, joya del plateresco, que destaca por su fachada y su gran claustro, donde la piedra cobra una protagonismo especial.

De los detalles de nuestra estancia no daré cuenta, sólo diré que comimos en el restaurante del Parador y que nos encantó un menú especial del 80 aniversario, en el que picas un poco de cada plato. A veces en estos sitios uno echa de menos algo así, ya que no te puedes permitir el lujo de ir cada semana para probar un menú diferente.

No es que me interese especialmente contaros mi fin de semana en León, sólo quería dejar constancia de mi sorpresa y, sobre todo estupor, al darme cuenta de lo que de verdad significa tapear. En León te pides un mosto y te sirven un plato combinado (casi). Con tres mostos, has comido. Y a un euro el mosto, echad la cuenta. Nos quedamos ojipláticos al comprobar que en esas ciudades es más fácil sobrellevar la crisis, sobre todo si eres un proyecto de sibarita, como nosotros, o te gusta salir de vez en cuando.

Y como a mi amor complementario y a mí nos encanta el cuento de la lechera, ya estamos pensando en irnos para allá y montar un bar de tapas, como si fuéramos Los Serrano, pero con ademanes más comedidos...