lunes, 26 de febrero de 2007

Agradable decepción

Si hubiera seguido pintando paisajes de ensueño y rincones de ciudades que enamoran, quizás ahora Escher fuera conocido como uno de los más virtuosos retratistas de la realidad.

Sin embargo, la obsesión por las matemáticas y la lógica le cambió la virtud, y eso lo inmortalizó como lo que hoy en día es considerado: un extravagante grabador cuyas escaleras imposibles, órdenes numerarios y pájaros que se convierten en peces desafían a la realidad y tocan el mundo onírico.

Ayer estuve en la exposición que la Fundación Canal ha preparado en el antiguo depósito de la plaza de Castilla. Se trata de una retrospectiva que toca todos los palos del holandés M. C. Escher, desde sus primeros retratos de personas cercanas y paisajes disfrutados, hasta los conocidísimos edificios imposibles en los que no hay arriba y abajo, ni derecha e izquierda, pasando por las repeticiones obsesivas que estudian el infinito y combinaciones de motivos que se transforman en otros motivos diferentes por arte de birlibirloque.

La palabra que puede definir la sensación que deja esta exposición es ésta: decepción. Y en varios sentidos:

a) Decepción porque tras dos horas de insufrible cola bajo una pertinaz lluvia que no nos perdonó el capricho de salir a la calle un domingo por la mañana, descubrimos que en el interior de la sala hay espacio libre como para haber habilitado algún espacio para evitar una espera tan desagradable.

b) Decepción porque los responsables de la organización no han entendido que Escher no es sinónimo de caos, más bien al contrario: de un estricto orden muy personal. Lo digo por la distribución de las salas. Es prácticamente imposible seguir las indicaciones por dos motivos: no existen y la oscuridad de las salas no ayuda en nada para orientarse. Sin mencionar la cantidad de gente, que impide hacer una visita tranquila.

c) Decepción porque la parte que a priori podría resultar más atractiva, la de los edificios imposibles de Escher, tiene cuatro obras (es un decir) y están muy mal iluminadas, hay que acercarse a diez centímetros para verlas en condiciones. Y después de tantos años oyendo hablar de estos geniales grabados es casi imposible no sentir una pizca de desilusión al comprobar su pequeño formato y que no son tan alucinantes como parecen.

d) Decepción porque la historia se ha encargado de encumbrar a Escher como un artista de lo imposible, cuando a mí personalmente lo que más me llamó la atención de la exposición fueron sus primeras obras, las de paisajes y rincones de sus ciudades preferidas (Italia como referente casi único), porque las encuentro mucho más elaboradas, detallistas, alucinantes y deslumbrantes que sus obras posteriores, por muy impactantes que sean éstas. Supongo que uno pasa a la historia por las cosas extravagantes que hace, porque paisajes evocadores a principios de siglo supongo que serían bastante comunes.

e) Decepción porque una de las salas pretende emular a través del recurso de columnas y espejos uno de los mundos infinitos de Escher, y yo sólo lo entendí como un área de descanso en la que relajarte después de cuatro horas de pie.


En realidad, todas estas decepciones quizás son irrelevantes y nimias cuando las comparo con el placer de ver una buena colección de obras de Escher en riguroso directo, sin recurrir a Internet o a libros. Los errores en la organización y el orden de las salas, la pobre iluminación, la masiva afluencia de público, descubrir que el Escher que me gusta es justo el que creía que nunca descubriría... Todos estos detalles son pequeños si se comparan con la verdadera cuestión: el holandés fue un artista irrepetible que merece esta exposición y alguna incluso mejor.

Incluso después pensé que la interminable cola que esperamos durante dos horas para acceder al antiguo depósito es en realidad un guiño de la organización para que los asistentes vayan metiéndose en el mundo lógico de Escher: una cinta de Moebius que se revuelve sobre sí misma y no tiene fin.

Por eso, después de todo, recomiendo encarecidamente a quien aún no haya visto la muestra que se pase por la plaza de Castilla. Y tranquilos, se ha prorrogado hasta el 15 de abril.

Más información:
Página web oficial Escher
Museo Escher en Holanda
Obras de Escher

viernes, 2 de febrero de 2007

Marketing

Llevo una camiseta de Springfield, unos vaqueros de Pepe Jeans, unas zapatillas Puma, unos calzoncillos Punto Blanco.

Llevo unas gafas Tommy Hilfiger y una mochila Reebok.

Escucho música en unos cascos Phillips, tengo un móvil Nokia, estoy bebiendo un Aquarius.

Anoche me lavé el pelo con H&S, me enjaboné con La Toja en nuestra bañera Roca, me coloqué unas gotas de Boss.

Vimos una película en nuestra tele Sony, cocinamos en nuestra placa Balay unos insípidos palitos de Frudesa.

No entiendo de marketing. Sólo sé que llevo tu marca en mi piel como una cicatriz indeleble. Sólo sé que todo lo demás pasará, resbalará por mi cuerpo y mi mente, todo será circunstancial... y quedará tu marca en mi piel para recordarme que soy lo que soy porque tú me marcaste.