martes, 24 de octubre de 2006

Amor en la oscuridad

El escritor israelí Amos Oz publicó hace un par de años una autobiografía, centrada sobre todo en su infancia y adolescencia, Una historia de amor y oscuridad. La terminé de leer hace unos días, pero hasta hoy no he sido consciente del poso que ha dejado en mí.

La relación entre el pasado y lo que somos ahora es una fórmula tan precisa como cualquier ecuación matemática. Y ése es uno de los fundamentos principales de esta obra, más cercana al ensayo sobre la naturaleza humana que a una autobiografía al uso. Oz (como el mago, pero con menos artificios) recorre sus primeros años de vida, hasta su ingreso en un kibutz (comuna israelí), y lo hace desde la humilde perspectiva de un niño criado entre eruditos y sabios, pero sin un lugar donde caerse muerto. Su familia es un clan romántico en pleno siglo XX, que aún sueña con la llegada de un futuro mejor para la comunidad, cuando todos los elementos hacen pensar en una desgracia tras otra.

Pero lo más interesante es la anómala relación entre el niño y sus padres, y sobre todo entre sus padres, una relación basada en el amor y, sobre todo, en la oscuridad, pero una oscuridad no sólo metafórica, sino también física, algo tan tangible como las tinieblas. La madre sufre unas terribles jaquecas que le impiden conciliar el sueño, por lo que pasa los días y las noches sentada en una silla frente a la ventana, en una oscuridad casi total que impregna a los objetos y a las personas que la rodean. Ella vive en la oscuridad, pero tampoco hace nada por dejar de vivir en ella. Quiere vivir allí.

La lucha entre el amor y la oscuridad, entre el afecto parental y lo tenebroso de las relaciones humanas se convierte en materia original para sus novelas y, sobre todo, para su actitud ante la vida. Porque a otra escala, quizás sin una forma tan física de la oscuridad, todos en mayor o menor medida hemos sentido esa tensión entre el amor y la oscuridad. Todos podemos contar nuestra infancia, nuestra juventud, nuestra madurez, en definitiva, nuestra vida, desde la perspectiva que nos han dado los amores y las oscuridades que han protagonizado los momentos más intensos de nuestro paso por este mundo. Es más, creo que uno se construye a sí mismo más a través de las oscuridades que de los amores, porque no hay mal que por bien no venga.

Lo importante es que ni Oz ni ninguno de nosotros se ha planteado nunca vivir en la oscuridad, en la física y en la mental, porque no es sano ni llevadero.

Apagar la luz, sentarse en una silla al lado de la ventana, mirar cómo cae la lluvia sobre los adoquines y dejar que el tiempo pase. Ayer hice esto y me sentí como se debió sentir su madre. Pero al rato me levanté, bajé la persiana, encendí la luz y volví al amor. Al amor de mi hogar. A mi amor. Ella, su madre, nunca se levantó, nunca apartó la vista del exterior, de lo que ella no era, nunca encendió la luz de su interior ni volvió al amor. Al amor de su hogar. A su amor.

Quizás la portada de este libro sea la que más he contemplado de cuantos he leído. Cada vez que pasaba algo en el argumento, volvía a cerrarlo y a mirar a los tres personajes más importantes de la trama. Él y ella. Y el niño. Volvía para intentar descubrir en esas miradas una explicación a todo lo que sucede: una razón para vivir en la oscuridad y, a la vez, querer y dejarse querer. He intentado una y mil veces descubrir en esos ojos los motivos de ella para no hacer el esfuerzo; las causas de que él siguiera amándola; el porqué de un niño que, cincuenta años después, decide contar cómo vivió en el amor y en la oscuridad.

Sin respuesta.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé yo si pesan más las oscuridades....Es ke si así fuera estaríamos todos amargados...Bueno, a lo mejor lo estamos y no keremos admitirlo.

3'14 dijo...

A veces para ver necesito cerrar los ojos, y, ante esa supuesta oscuridad es cuando veo con más claridad. No siempre quien elige quedarse en la oscuridad significa que esté amargado. Pero lo más saludable, sin duda es compaginar las luces y la sombras :)

duluoz dijo...

te equivocas en lo de plantearnos vivir en la oscuridad... yo creo que ha habido mucha gente que lo ha intentado, alunois incluso lo lograron.

Fernando J. López dijo...

Amos Oz es, sin duda, uno de los grandes...

Luces y sombras. Todo cuenta, a su modo, en ese lienzo en blanco que somos y donde vamos acumulando borrones. A veces, del claroscuro, nace la vida. La de verdad suele estar llena de contrastes.

Yo, desde luego, me siento una especie de Caravaggio, con matices y movimientos bruscamente barrocos. Algo así como una montaña rusa. Ya de subida... Ya de bajada.

niebla dijo...

A mí también me ha sucedido eso que dices de la portada, al leer algunos libros. Ese querer saber, querer buscar, en la cara de los protagonistas, las respuestas planteadas en las páginas.
Es curioso.
Y, a veces, al acabar el libro, me he quedado un buen rato mirando... con la sensación de que, al hacerse el retrato, eran ajenos a toda aquella historia.

Anónimo dijo...

la oscuridad, a veces, no es más que el sentirse atrapado en un hecho traumático. Cuando esto sucede, hay que aprender a pedir ayuda pero, sobre todo, hay que aprender a ofrecerla.

Fernando J. López dijo...

Y además, Mari, también es preciso aprender a recibir esa ayuda... No siempre sabemos hacerlo cuando nos llega. El orgullo, la vergüenza, el hermetismo, la incomunicación... En muchas ocasiones, recibir es casi más difícil que dar o que pedir...
Supongo que eso es, en parte, una de las grandes razones por las que me gustan los blogs, porque permiten romper y quebrar la incomunicación de manera sutil pero tenaz, hasta que la oscuridad del silencio se llena de palabras y de luces que, a veces y desde su anonimia, nos ayudan incluso sin saberlo...

coxis dijo...

afortunado me siento por leer textos como éste...

adictofangoria dijo...

HOla, hacía tiempo que no me paseaba por aquí porque estoy super liado, pero veo que tu blog es todo un éxito. Pues si, llevas razon, te tengo que contar, ya hablaremos. Un beso.

Pilar M Clares dijo...

Es curioso que en la foto -me has hecho mirarla con la misma intensidad que tú- los padres miran a la cámara mientras el niño se sale con la mirada hacia la izquierda. Se adentrará en su camino de iniciación, como todos hacemos, parece decir la imagen, aunque no todos los seres humanos son-somos tan sanos, no creas, hay quien se queda en la oscuridad o en el amor excluyentemente. No sé si serán felices, tampoco si lo somos nosotros.
Me gusta lo que cuentas, buscaré la novela y le echare un ojo, precisamente últimamente me interesa el tema de los "esenciales elementos" que nos componen. Besicos.

Mgda dijo...

Hola Reality Bit,
Gracias por visitar mi blog. La verdad esque no lo actualizo casi nada, y me había quedado pendiente pasarme por el tuyo a ver que tal. Y me gusta!!!!
Un gran saludete.
brigate

Anónimo dijo...

A ver, pues sí. Te voy a morder un poquito.

Otro libro... pero este no me lo apunto, que tengo muchas cosas interesantes esperándome en la estantería.

De todas formas...

Sí, es cierto, hay una relación preciosa (y terrible) entre el pasado y lo que somos. Pero también es magnífico saber cambiar, saber regenerarse, saber crear una versión 3.0 de uno mismo.
Pero tampoco olvidar. Olvidar es un error, hartas veces cometido.

Gracias por la recomendación.

andrés dijo...

Y es que sigue siendo un niño, aunque la naturaleza se empeñe en lo contrario. Esa portada es hipnótica, sin duda.