jueves, 29 de noviembre de 2007

Qué queda de la civilización


Anoche hablé con un buen amigo, Daniel Martínez, que es el jefecillo de la nueva editorial Salto de Página. Es una editorial que, como él dice, publica novelas muy buenas y algunas entretenidas, que no es lo mismo que malas, porque no todos los lectores aguantan la dureza de la literatura incisiva, que tampoco tiene que ser siempre buena.

El caso es que me contó que cuando estaba intentando contactar con el autor para publicar Plop, de Rafael Pinedo, le llamó y le contestó su mujer, viuda desde hacía dos días. Daniel ignoraba que el autor había muerto, así que se quedó mudo (ya de por sí es un chaval bastante tímido por teléfono, por no decir soso, eso es algo de lo que hemos hablado él y yo largo y tendido y que no viene al caso), y es algo que se entiende.

Anoche le dije que era una situación rara, porque es uno de esos momentos en los que uno no sabe si seguir adelante o esperar a una ocasión más oportuna. Supongo que como Daniel se hace querer porque es buen tío, la viuda quedó encantada con la propuesta, incluso le dijo que su marido estaría súper orgulloso de saber que su novela, ganadora del Primer Premio de Novela Casa de las Américas 2002, iba a ser publicada en España. Supongo que a veces la fatalidad convierte a ciertas situaciones en casi cómicas, por no decir tétricas, pero en este caso lo que sorprende, ante todo, es la casualidad.

Lo que a mí más me ha sorprendido de todo esto, más que las casualidades e incluso más que la capacidad de la viuda de sobreponerse a la adversidad, es que esta novela no se haya publicado aquí hasta ahora. Porque si después de la papeleta que tuvo que sortear Daniel para conseguir los derechos, descubro que es una mierda, me cago en sus muertos (nunca mejor dicho), en la viuda y hasta en el editor. Pero resulta que Plop es una delicia, no apta para todos los estómagos (y mentes). Una delicia que se degusta a pequeños bocados y que hace pensar, pensar mucho.

Plop es como un steak tartar: es carne cruda, sin siquiera un golpe de fuego, especiada muy escasamente y con el toque justo de sal. Servida además en un cuenco prehistórico, desconchado y sucio, pero con mucho valor. Plop es la historia de un pueblo futuro que ha perdido la esencia de la civilización y lucha única y exclusivamente por la supervivencia, en un mundo desolado y abocado a la destrucción. Plop es el sonido que hace el protagonista en el lodo al nacer, y es el nombre que su salvaje madrina le pone como homenaje. Plop es el ser humano en su esencia, despojado de cualquier tejido, desnudo y animal. Plop es una novela que se lee tan rápido y tan bien que no contaré cómo empieza ni cómo acaba, porque os descubriría demasiado. Y porque lo que cuenta hace sentir cosas que pocas novelas hacen sentir.

Salvando las distancias, tiene mucho de Auto de fe, de Elias Canetti, no en el fondo, ni siquiera en la forma; sólo en las sensaciones que deja: el lector descubre que, al fin y al cabo, no somos más que animales movidos por instintos, y que todo lo demás, lo que sólo es cultural, es un engaño para hacernos creer que somos algo más que esos animales. Y que estamos condenados a volver a ser animales en estado puro.

A mí Plop me dejó plof. Pero es que sólo las novelas que me dejan plof consiguen hacerme crecer.



P.D. Ya sabemos los ganadores del IX premio Odisea de 2007: ganador, Desde aquí hasta tu ventana, de Javier Herce; finalista, Esta noche tú decides, de Ramón Martínez. Suerte a los dos. Y que Dios les pille confesados. Qué recuerdos...